¿Está de acuerdo en que vivimos en una cultura de materialismo? Es como si el objetivo fuera conseguir más y más y más. Y justo cuando uno alcanza a los vecinos, ellos se refinancian o se declaran en bancarrota. Y justo cuando uno piensa que lo tiene todo, llegan los anuncios de Navidad y le cuentan sobre todo tipo de cosas sin las que no sabía que no podía vivir.
Es difícil mantener las prioridades alineadas cuando se vive en una sociedad en la que lo único que importa es “tener”. El que tiene más juguetes gana, ¿verdad? ¡No! El que tiene más juguetes se muere de todas formas, tenga o no juguetes.
Solo hay un antídoto contra el materialismo: la generosidad. Cada vez que usted es generoso, hay una victoria espiritual en su corazón. Cada vez que usted es generoso, su corazón crece. Cada vez que usted es generoso, rompe la atadura del materialismo en su vida. ¿Por qué? Porque el materialismo se trata de conseguir: ¡conseguir, conseguir, conseguir, conseguir! Es su naturaleza conseguir y retener. Dios dice que cada vez que usted es generoso, está rompiendo esa atadura y derrotando el materialismo en su vida.
Por cierto, es por eso que, si usted es padre, necesita que sus hijos lo vean dando. Necesitan verlo siendo generoso porque no van a aprenderlo en ningún otro lugar. Asegúrese de que lo vean siendo un modelo de generosidad para que ellos también puedan aprenderla.
La Biblia dice en Mateo 6:24: “Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la vez a Dios y a las riquezas” (NVI). Observe que no dice que “no debería”. Dice que “no puede”. Es imposible. No puede tener dos números uno en su vida. Tiene que elegir cuál será el número uno.
Elija la generosidad. Transformará sus relaciones con otras personas y su relación con Dios. Lo cambiará de adentro hacia afuera a medida que aprende a ser generoso tal como Dios es generoso con usted.